Puntuaciones

Sonido 83Ptos
Diseño y construcción 85Ptos
Precio-calidad 92Ptos
TOTAL 87Ptos

Allá por el 2013 analizada el Soloist, un amplificador de excelente solvencia, que sorprendía `por la relación tamaño/ rendimiento. Y es que Burson no es nueva en este sentido; la marca australiana viene destacando en los últimos años por ofrecer productos de extraordinario empaque en cuanto a trabajo del chasis, y excelente arquitectura interna, con el empleo incluso, de operacionales propios.

El Funk viene a ser el sueño de muchos «audiófilos de escritorio», aunando en un compacto producto, la posibilidad de tener una potente sección de amplificación clase A para auriculares junto con un integrado clase A/B de hasta 45W bajo una carga de 8 Ohm… Todo por unos 500€ al cambio en su configuración básica. ¿Qué más se puede pedir?

Seamos sinceros, no es una tarea fácil el convencer al cónyuge para tener una sala dedicada a escucha con altavoces en casa, por ello, muchos audiófilos se han reconvertido a los auriculares. La única esperanza que les queda, es recurrir a unos monitores cercanos, para suplir esa carencia en el mundo de la escucha «a distancia», tan complementaria a los auriculares.

Burson ha pensado en ello para crear en modelo Funk; así que si os encontráis en la búsqueda de un compacto amplificador, que además tenga la capacidad de mover monitores pasivos, quizás os resulten interesantes las siguientes líneas.

El «unboxing» y presentación

La manera más eficaz de poder ofrecer la máxima calidad en un producto que se rige por un PVP comedido, es recortar en el «packaging», y es precisamente lo que Burson decide con el Funk.

No obstante, sin esperarlo, y tras el discreto embalaje de cartón blanco, la marca australiana incluye todo lo necesario para poner a funcionar el Funk, desde el primer minuto, llegando hasta el cableado analógico.

Para mantener las reducidas cotas del chasis, era de obligada decisión dejar el transformador de alterna fuera, así que dentro de los accesorios encontraremos una fuente de 24V destinada para ello, junto con el cable de red.

El diseño

Con untas cotas de sólo 190 x 150 x 60mm, el Funk es extremadamente manejable, pudiéndolo ubicar además, en cualquier rincón de nuestro escritorio o estantería. Normalmente no es difícil pensar que un tamaño comedido va relacionado con un peso ligero, pero con este Burson la historia no es así. Con 3kg de peso, el Funk está construido como un auténtico tanque, donde destaca como ya viene siendo habitual, la finura del mecanizado.

De íntegra construcción en aluminio, el Funk es fácilmente desmontable, para acceder al interior del circuito con componentes discretos en su totalidad, y dejar así al usuario la libertad para el «opamp rolling», como dicen los anglosajones.

El frontal del Funk, con un panel de destacable grosor, alberga la ya característica rueda de volumen en posición central. Esta es una parte identificativa de los diseños de la Burson, heredada directamente de la gama «Conductor»: El tacto y suavidad en el recorrido de la misma, es de lo más satisfactorio, propio más bien de un producto de gama mucho más alta.

Dos tomas, dedicadas a auriculares (6,3mm) y micrófono, junto con pequeños interruptores para ganancia, salida auriculares/altavoces y encendida/apagado, completan la simple disposición de elementos interactivos en el frontal; manteniendo un diseño extremadamente limpio, a la par que estético.

Siguiendo la línea minimalista, en el panel trasero únicamente dispondremos de entradas «single ended», mediante una toma analógica RCA, los terminales para conexión de altavoces y la toma de la fuente de alimentación.

Cabe destacar la calidad de la toma de los terminales, alejándose de los bornes más estándar rojo/negro, con piezas de plásticos menos elaborados. El Funk hace horno al conjunto con unos bornes a rosca, con contactos chapados en oro, que aportan una destacada seguridad y firmeza en la conexión.

Especificaciones
«Opamp rolling»

A diferencia de muchas marcas, Burson desarrolla sus propios componentes discretos, desde los chips Max Current Power Supply (MCPS), disminuyendo los problemas de resistencia de los típicos bobinados, con una mejor respuesta frente a demanda de potencia instantánea, hasta los operaciones discretos encapsulados (V5 y V6).

La marca quiere dar protagonismo al usuario, animándolo a experimentar los cambios en el sonido utilizando distintos operacionales, recomendando en primer lugar para el Funk, el V6 que ellos mismos ofrecen.

Una de las ventajas de la arquitectura del Funk, es que las etapas de amplificación para la sección de auriculares y altavoces son totalmente independientes, con un socket para cada una en cuanto a operacional se refiere; con esto podremos jugar a cambiar sólo el operacional donde más nos convenza, o directamente en las dos secciones de circuitería.

Cabe destacar que mi unidad de pruebas venía totalmente de serie, y no he procedido a experimentar los cambios con los opamps de Burson.

Sonido

Animado por las interesantes especificaciones de este Funk, el primer elegido para las pruebas de la sección de amplificación para auriculares fue mi recurrido par de Sennheiser HD800, un modelo que lleva conmigo desde hace unos 10 años.

Por normal general todos los amplificadores en clase A empastan a la perfección con el perfil neutro, resolutivo y espacioso de los HD800, y realmente con el Funk no iba a ser menos.

Pero el Funk no es un clase A a la vieja usanza, con ese perfil de carga en medio grave, zona media dulcificada, a veces en exceso, y recorte en agudos. Más bien podría decir que la parte alta se encuentra ligeramente enfatizada, pero libre de estridencias, con un control formidable en todo momento.

El perfil que da este amplificador podría denominarse como neutro, con ligera coloración y carga de grave, los cuales se proyectan con dinamismo y control, algo que complementa muy bien a la neutralidad de los auriculares bávaros. Si bien los 150mW a 300 Ohm se antojan algo escasos para sacar el «punch» que estos auriculares pueden tener, comparándolo de tú a tú con otros modelos a transistores más potentes o un buen valvular.

El Funk es un ampli detallado y como buen Burson tiene ese buen saber hacer en cuanto a dejar «fluir» a la música. Ya desde el primer Soloist es una de las características más reseñables de los modelos de la marca australiana. Incluso a volúmenes altos uno no tiene la sensación de fatiga que con otros modelos se puede apreciar.

La versatilidad del Funk queda plasmada en el rango abanico de auriculares que podemos emplear, gracias a su doble ganancia y fino control de volumen con la generosa rueda frontal.

Para cambiar un poco las tornas, me dispuse a conectar unos Grado GS1000i, auricular que se desmarca un poco del perfil típico de la marca americana, donde destaca la escena, que en este caso se ve potenciada por el perfil aireado del Funk, lleno de matices y con muy buena transparencia en la zona media. El rendimiento es más satisfactorio que con los HD800, moviendo de manera muy cómoda a los Grado, incluso por debajo de la mitad del recorrido, todo ello en ganancia baja.

Altavoces

Este Funk no sería un modelo tan interesante sobre el papel sin su faceta más destacada bajo mi punto de vista, y esta es la de dar al usuario la posibilidad de utilizar altavoces pasivos, ofreciendo unos nada desdeñables 45W en 8 Ohm, en clase A/B.

Debo confesar que mis expectativas no eran demasiado altas, dado el compacto tamaño del Burson, pero no podía estar más equivocado. El rendimiento obtenido como amplificador de altavoces, es si cabe más satisfactorio que como amplificador de auriculares.

Desde hace unos cuantos meses tengo unos Kef LS50, probablemente uno de los monitores de estantería con mejor crítica del mercado, considerado casi, un icono. De hecho, la propia Burson los utiliza como «reclamo» en los documentos gráficos del Funk, anunciados en su web.

Así que, qué mejor oportunidad que esta para emparejar a ambos productos y ver qué pueden dar de sí.

Si alguien ha tenido ocasión de experimentar estos monitores, será conocedor de que no son precisamente fáciles de mover, de hecho agradecen de una gran cantidad de corriente, que en muchas ocasiones sólo las válvulas son capaces de entregar.

El Funk con su arquitectura A/B ha sido capaz de igualar e incluso sobrepasar en algunos aspectos a mi Audiolab 6000A, diseñado bajo la misma arquitectura.

La separación estéreo es de sobresaliente, enfatizando la dispersión que estos monitores son capaces de dar, haciéndonos olvidar en algunos momentos que estamos escuchando música a través de altavoces.

El control del Funk en la zona baja de los Kef es propio de amplificadores que están en varios escalones de precio por encima. De excelente textura, empaque y pegada, el grave es prominente y cobra protagonismo cuando la sección musical lo requiere.

Si bien las transiciones no son de tal rapidez como la de algunos amplificadores clase D, el Funk no llega a «difuminar» en ningún caso los matices para poder seguir el ritmo.

En el rango medio el Funk ayuda a dar ese plus de credibilidad, con una tonalidad muy natural y excelente proyección frontal.

Conclusiones

El Funk es a día de hoy el producto de Burson más destacado en la franja de los 500-600€, de todos los que han pasado por el banco de pruebas.

De reducidas dimensiones y excelente ejecución, resulta un perfecto compañero de escritorio, tanto para escucha con auriculares como monitores; la calidad moviendo estos últimos es tal, que bien merece un hueco en un rack dedicado.

El «opamp rolling» pone la guinda al pastel, pudiendo personalidad el sonido final al gusto del consumidor.

*Equipo empleado para la valoración: Sennheiser HD800, Grado GS1000i, Vision Ears VE6 X-control, KEF ls50.

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